Carta Parroquial – Pentecostés 2016

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Queridos hermanos: Paz

 

Quería comenzar ésta reflexión sobre el misterio de Pentecostés con una hermosa frase de San Agustín, el cual refiere a cómo Dios fue esclareciendo su búsqueda personal de felicidad:

«¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba, y deforme como era, me lanzaba sobre estas  cosas hermosas que creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que si no lo estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera, brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera, exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti y siento hambre y sed de ti, me tocaste  y abráseme en tu paz! “CONFESIONES 10,27

Dios en nuestra búsqueda de felicidad, no se deja ganar, porque Él nos buscó primero, nos creó a su imagen y semejanza, el único ser de la creación capaz de tener una relación personal con El. El único ser que no sólo fue dotado de tantas perfecciones físicas, sino que lo dotó de interioridad para que pudiésemos ser consientes y libres, ser capaces de conocer sin límites y de amar sin límites. Pero la tentación a atarnos a las cosas del mundo, siempre está en el hombre. Es más fácil dejarse seducir por «todo lo que hay en el mundo; concupiscencia de la carne, codicia de los ojos y ostentación de riqueza. Todo esto no viene del Padre, sino del mundo, pero el mundo pasa y con él su concupiscencia. En cambio el que cumple la voluntad de Dios permanece para siempre»1Jn2,15

Dios a su obra no la iba a dejar a la deriva, cuando el hombre opta por su egoísmo y su afán de ser Dios, envió a su Hijo como prenda de su amor. Tanto nos amó que su Hijo Jesucristo, entregó la vida para que fuéramos sus hijos adoptivos, y en la misma cruz nos entregó su Espíritu, para que renaciéramos del agua y del Espíritu. Así llegaríamos a ser hijos del Padre, hermanos de Cristo, templos del Espíritu Santo.

En la fiesta del Espíritu Santo es más que importante que recordemos toda su misión y su acción en el alma de cada creyente. El Espíritu de Dios es ante todo el Espíritu de la Verdad. “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará todo lo que irá sucediendo»Jn16,13

                                     Va abriendo de tal manera nuestra inteligencia, a través de sus dones de Sabiduría, Consejo, Entendimiento y Ciencia, que nuestra manera humana de entender se abre a lo divino. Entendemos que no estamos hechos para agotarnos en lo creado, nuestra apetencia de lo divino hace que nuestro límite de conocer es Dios, nos abre a su misterio, y por lo tanto nos da una sabiduría que el mundo no puede conocer: “Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado éstas cosas a los sabios y prudentes y haberlas revelado a los pequeños» Lc 10,21

Va fortaleciendo nuestras voluntades de manera que de hombres sencillos, humildes y débiles, consientes de su fragilidad puede sacar a lo largo de la historia a tantos mártires, confesores, hombres y mujeres que dieron y dan la vida en testimonio del Evangelio. Fortalece nuestra voluntad a través de ese don de Fortaleza, Piedad y Temor de Dios.

No nos agotamos en lo creado, al decir también del Santo de Hipona: “Nos hiciste Señor para ti, inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti “Gracias a esas inteligencias y voluntades elevadas a lo divino por la acción de la Gracia, la cual es don del Espíritu en nosotros, nos abrimos y nos damos a la obra de Dios en nuestras comunidades y en nuestro mundo.

Gracias a la acción de Pentecostés, los cristianos experimentamos , aún en nuestra vida cotidiana que somos ungidos, consagrados de Dios, pertenencia suya, pueblo escogido para anunciar a través de nuestra existencia, la acción prioritaria del Espíritu. Vivimos en las estructuras caducas de éste tiempo, gozamos y disfrutamos de todo lo válido de ésta sociedad, pero no le damos ni le podemos dar nuestro corazón, porque no nos pertenece, es propiedad de Dios. Desde aquella primera unción bautismal con el Santo Crisma, somos heredad de Dios. Somos Templo del Espíritu, por ende, libres de todo lo que no es Dios y peregrinos hacia la Patria definitiva.

Mucha frustración, amargura, desconfianza, violencia, encontramos en nuestro peregrinar. En el fondo de la cuestión nos cruzamos a diario con mucha gente que en verdad está muerta; “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte…en esto hemos conocido el amor; en que él entregó su vida por nosotros. Por eso también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos»1Jn 3,14.16

Cuantas personas a nuestro alrededor quieren vivir de las cosas materiales, del poder, de la ostentación, del figurar, de la pura vanidad, del gozo efímero de las cosas creadas…viviendo una ilusión de vida. Por eso no pueden tener paz ni alegría. Y eso es lo que éste mundo de muerte, quiere hacernos vivir, un simple espejismo de felicidad. Si estamos huecos, no podemos encontrar esa paz y esa felicidad que sólo Dios puede darnos, pues Él es artífice de nuestro ser. Él sabe la manera de que encontremos esa paz, esa alegría y esa felicidad…son fruto sólo del Espíritu Santo: “el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, magnanimidad, afabilidad, bondad, confianza, mansedumbre, temperancia…si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos guiar por él. No busquemos la vanagloria, provocándonos mutuamente y envidiándonos los unos a los otros “Gal 5,22-26

                                       El Espíritu Santo viene a traernos esa alegría que el mundo no nos puede quitar, nos viene a traer esa paz, pero no como la da el mundo, nos viene a traer esa confianza de estar arraigados sólo en Dios. Así nos prometió Jesús en la última cena: “Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir, pero tengan valor; yo he vencido al mundonón 16,33

Querida comunidad de Loreto, les deseo una muy feliz Fiesta de Pentecostés, Dios quiera que podamos reunirnos a rezar, alabar a Dios, a celebrar la Eucaristía y el amor fraterno, para poder llevar al mundo ésta paz y ésta alegría, a través de las obras concretas de cada día. Vivir en el Espíritu para poder evangelizar desde El.

 

P Julio César Jesús Palarino Castro

Párroco

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